PR08_GLASS_130213_LORENZO MARTÍNEZ NAVARRO
FICHA TÉCNICA:
AÑO: 2003 DURACIÓN: 95 min. PAÍS: EE.UU.
DIRECTOR Y GUIONISTA: Billy Ray
REPARTO: Hayden Christensen, Peter Sarsgaard, Chloë Sevigny, Steve Zahn, Melanie Lynskey, Hank Azaria, Rosario Dawson, Luke Kirby, Jamie Elman, Mark Blum, Chad Donella, Russell Yuen, Cas Anvar, Linda E. Smith, Ted Kotcheff
PRODUCTORA: Lions Gate Entertainment
GÉNERO: Drama | Periodismo. Basado en hechos reales
En la definición de periodismo podemos encontrar muchas variantes y clasificaciones, pero si hay algo que realmente lo define es la veracidad de la información.
La veracidad de la información se encuentra por encima de líneas editoriales, políticas de empresa y pensamientos subjetivos (al menos así debería ser). Es ésta la que conforma al periodista como profesional, dotándolo de credibilidad, algo imprescindible en este oficio y que distingue al buen periodista.
Si bien es cierto que la verdad es una de las premisas del periodismo, desgraciadamente en muchas ocasiones también lo es la fama o popularidad que tus artículos te pueden llegar a dar. Fama en forma de trabajo y de valor a una firma. Son muchos los que van detrás de ella y harán lo que sea por conseguirla, como ocurre con el caso que nos ocupa.
El precio de la verdad (2003), dirigida por Billy Ray, cuenta la historia, basada en hechos reales, de Stephen Glass (protagonizado en el film por Hayden Christensen), un joven y prometedor periodista de la prestigiosa revista política de Washington D.C. The New Republic. Glass era una de las estrellas de su medio, un redactor que gozaba de credibilidad y que era conocido por la tensión de sus historias y la contundencia de sus descripciones. Una fama conseguida a base del engaño y la ficción.
No pasó mucho tiempo hasta que Charles Lane, director de la revista, junto a Adam Penenberg, periodista de Forbes digital, investigando y profundizando en los artículos de Glass, descubrieron la auténtica realidad del joven periodista: 27 de sus 41 artículos fueron inventados, algunos parcialmente y otros en su totalidad.
La prueba del delito fue la publicación de “Hack Heaven”, el artículo en el cual un supuesto hacker de 15 años había sido presuntamente contratado por una gran compañía para trabajar como consultor de seguridad después de haber entrado en su sistema informático y expuesto sus debilidades. Pura patraña informativa. Las fuentes eran inventadas y los personajes y escenarios únicamente sucedieron en la mente de Glass.
Sin argumentos ni pruebas convincentes, Glass se inundó en un inmenso remolino de mentiras y falsificaciones, para poder argumentar la posibilidad de aquellas fantásticas historias, que habían sido inventadas con el único propósito de darse a conocer y escalar en la empinada travesía hacia la fama mediática. La fama tenía un precio y Glass sufrió las consecuencias de su farsa.
Este hecho pone de manifiesto las diferentes miradas que un periodista posee a la hora de escribir un artículo, el valor moral, ético y social que posee la información veraz, en contraposición de la visión del joven periodista que está iniciando su carrera en el mundo de la comunicación, y el pequeño trecho que separa la realidad y la ficción en determinados productos periodísticos.
Lo que resulta sumamente preocupante es que no sólo la revista no corroboró las fuentes informativas de este personaje, sabiendo que en el caso de que éstas fueran falsas, su reputación podría llegar a decaer, sino que además, el público nunca dudó de la veracidad de sus relatos, sino que fueron compañeros de profesión los que tuvieron que denunciarlo. Este escenario nos marca la omnipotencia y el poder de verdad que adquieren ciertos medios de comunicación en el imaginario social de toda una nación, y deja en claro el fuerte poder que los medios poseen para estructurar pensamientos y ser los verdaderos portadores de la verdad.
Los medios de comunicación deben tener un control total sobre lo que publican sus periodistas, para impedir casos como el de Glass. Él mismo reconocía en el film: “Hay un hueco en el sistema de control de datos. Muy grande. Los hechos en muchas notas pueden comprobarse, en ciertas fuentes (…) pero en otras notas, la única fuente disponible son las notas del periodista”. No obstante, la responsabilidad última recae sobre el propio periodista, solo él tiene la capacidad moral y profesional de informar como es debido, atendiendo a la ética del periodista y a los códigos de autorregulación. Si no es así, tal vez debería dedicarse a escribir novelas de ficción, en las que la imaginación se antoja fundamental y necesaria. Pero no en el periodismo.
El caso de Stephen Glass no es único, por desgracia el periodismo de vez en cuando se ve salpicado por gente sin escrúpulos que ya sea por tener un despacho mayor o por conseguir galardones no dudan ni un segundo en falsear e inventar informaciones a cambio de “prestigio”, como pueden observarse en casos como los de Janet Cooke o Jayson Blair. Afortunadamente, existen más luces que sombras. La labor de los verdaderos profesionales no debe verse empañada, y todos debemos colaborar para denunciar y acabar con la manipulación informativa que ahora más que nunca se cierne sobre los medios tradicionales y digitales.
Conclusiones sobre el caso «Glass»:
– El periodista debe ser profesional y atender siempre a la ética periodística. Aquel que no ofrece la verdad a sus lectores, con sus respectivos argumentos, fuentes… tiene muy poco futuro en este mundo.
– Las redacciones deben preocuparse más de lo que escriben sus redactores, y no de manera exclusiva para proteger su propia imagen, sino para defender la veracidad de las informaciones.
– Como lector o consumidor de información no debo creerme todo lo que me cuentan. Hay que ser selectivo al seleccionar la información.
– Un periodista no debe obsesionarse con obtener la fama. Debe realizar adecuadamente su trabajo y ganarse su propia credibilidad.
– Aunque existan este tipo de casos, en el periodismo existen más luces que sombras. Existen grandes profesionales y grandes medios que representan la definición auténtica del periodismo. Es labor de todos que esto siga siendo así en el futuro.